Los dos imputados que aceptaron matar a un adulto mayor a cambio de 25 millones de pesos y la ahijada de la víctima que hizo la trágica oferta, ahora se culpan mutuamente, buscando aludir una condena que los pueden llegar al presidio perpetuo (por Hernán Espinoza)
La imagen era estremecedora. Una persona adulta mayor de sexo masculino completamente agachada, de rodillas y con su cabeza apoyada en el suelo. A simple vista parecía como si estuviera rezando, pero las manchas de sangre que tenía alrededor eran un claro signo de que la realidad era trágica, con un trasfondo delictual inédito en la historia policial de la región del Maule.
Con este escenario comenzó la investigación por la muerte de Ulises Leopoldo Valenzuela López, de 79 años, más conocido como “Don Polo”, quien vive en un terreno agrícola ubicado en el sector rural de Mariposas, en la comuna de San Clemente, al oriente de Talca. El adulto mayor era conocido entre sus vecinos como un caballero respetuoso, buen vecino y amable. Pero a muchos les extrañaba el círculo de personas que lo visitaba en su amplia vivienda, una típica casona de campo.
Entre ellas, aparte de los familiares, se contaba un personaje llamativo. Se trataba de Carolina Andrea Ávila Adasme. Esta mujer le contaba a sus cercanos que tenía la calidad de “ahijada” de Don Polo. Como persona de confianza, tenía poder legal para administrar sus bienes, pero no podía disponer libremente del dinero.
De hecho, poco antes de su muerte, este agricultor logró vender dos terrenos de su propiedad bajo la modalidad de parcelas, recaudando una suma que superaba los 70 millones de pesos. Con ese dinero, guardó una parte en el banco y con la otra le compró una moderna camioneta a Carolina Ávila. El resto lo quería invertir en un nuevo cierre perimetral de su propiedad.
Y para sus gastos del día, se guardó cinco millones de pesos en dinero en efectivo. Carolina, a sabiendas que si algo le pasaba a Don Polo ella podría hacer y deshacer con los bienes y el dinero en el banco, no encontró nada mejor que reunirse en San Clemente con dos “amigos”, esto es, John Robertson Earl y Erasmo Enrique Marabolí Gutiérrez.
Según relata la pareja de John Robertson, Carolina les ofreció a ambos un pozo a repartir de 25 millones de pesos si mataban a su “padrino”, señalando que el dinero provendría de la venta de otro retazo del terreno. Así ambos sujetos se coordinaron y llegaron hasta la casa de la víctima, vestidos con overoles de colores al estilo de los maestros de la construcción. Al ingresar a la casa, primero golpearon a la víctima y, luego, lo apuñalaron en tres ocasiones, entre ellas con una lesión mortal en la zona cardiaca.
Un vecino observó a los dos sujetos cuando salieron corriendo desde la casa de Don Polo, en la tarde del domingo 13 de febrero. Después, vio atónico cuando el propio adulto mayor salió a la entrada de su vivienda y, de pronto, se desmayó cayendo hacia adelante, hasta quedar arrodillado y con su cabeza en el suelo. Al poco rato, llegó Carabineros y, luego, la PDI, dando inicio a la investigación penal.
Pero este testigo no fue el único, porque un sobrino de la víctima también iba caminando hacia la casa cuando se cruzó con los mismos sujetos, a bordo de un vehículo que reconoció de inmediato, porque él había tenido uno igual hace algún tiempo. Y un tercer testigo también vio toda la escena, confirmando las prendas de ropa que utilizaban los asesinos.
Lo que estos vecinos no sabían era que John Robertson y Erasmo Marabolí escapaban con 5 millones de pesos en dinero en efectivo que Don Polo tenía guardado para sus gastos. Ambos sujetos se reunieron en la casa de John Robertson en la Villa Francia, en Talca, donde compraron un asado, alcohol y hasta pasta base de cocaína, para celebrar el “golpe” y, de seguro, soñar en qué gastarían el dinero que les había prometido la “ahijada” de la víctima.
Lo más sorprendente es que, cuando la PDI interrogó por primera vez a Carolina Ávila, su versión fue que no sabía nada. Pero consultada por un fiscal y acompañada por un abogado defensor, relató una versión de ensueño. Dijo que ella le había contado a John Robertson y Erasmo Marabolí que su “padrino” supuestamente la acosaba con fines sexuales y que, por ello, le había comprado la camioneta. Incluso afirmó que le habría dicho que mataría a quien se atreviera a ser su pareja. Sin embargo, ello no es coincidente con el hecho de que esta mujer tenía una convivencia amorosa estable con un sujeto desde hace dos años a la fecha.
Según esta versión de Carolina, John Robertson habría “solidarizado” con ella y que, el mismo día del crimen, junto a Erasmo Marabolí, la buscó para decirle lo siguiente: “ese viejo no te va a molestar nunca más”. Por su parte, John Robertson confesó haber participado en el hecho, pero culpó materialmente del asesinato a Erasmo Marabolí, quien estuvo por dos semanas prófugo de la justicia, hasta que fue detenido por la PDI y, actualmente, se encuentra en prisión preventiva, al igual que los dos coautores.
Como en el Código Penal chileno no existe la figura penal del “sicario”, la fiscalía formalizó a Carolina, John y Erasmo, como autores del delito de homicidio calificado, con las circunstancias de alevosía y premeditación. A ello sumó el “concurso ideal” con un segundo delito, esto es, robo con homicidio, con la circunstancia agravante de ser la víctima una persona adulta mayor. Por estas calificaciones legales, los tres imputados arriesgan presidio perpetuo efectivo. A la fecha, la defensa de Erasmo Marabolí está buscando que la fiscalía lo cite a declarar o bien pedirá audiencia judicial para que entregue su versión de los hechos, probablemente, buscando inculpar a los otros dos, en esta lucha por quitarle las culpas y evitar la condena más alta que establece la ley.