El proceso eleccionario del abril es uno de los más importantes en la historia de nuestro país- y por qué no, del mundo-. Las feministas, al igual los movimientos sociales, han planteado hace muchos años la necesidad de cambiar nuestra carta magna por diversas razones, fundamentalmente para que esta sea, entre otras: democrática, soberana y paritaria, en donde las mujeres seamos tratadas como sujetas de derecho.
En nuestra historia reciente, se han configurado dos aspectos desconocidos y poco valorados. El primero de ellos, es que el movimiento feminista (re)surge con fuerza desde marzo del 2018, que hizo tambalear y cuestionarse a una sociedad más bien pacata y conservadora como la nuestra. Con actos masivos, que a amplios sectores descolocó. Se puso en la palestra la vulneración sistemática de los derechos de las mujeres, se visibilizó la opresión, abusos, acosos e inseguridades que estaban tan normalizadas. Eso mismo hizo que este grito fuera cada vez más fuerte tanto en su intensidad como su cantidad, de quienes se fueron sumando a este movimiento que llegó para quedarse. El segundo aspecto, muy influenciado por el primero, es que la sociedad entera se comienza a movilizar: estudiantes (como siempre), feministas, trabajadores, pensionados y pensionadas, profesores, individualidades y familias completas, cada uno con su grito, su protesta, su lucha pero que esta vez convergieron en contra del abuso insostenible a que hemos llegado en más de 40 años de desidia, tanto del estado como de los poderosos que tienen controlado económicamente el país. En fin, la sociedad entera dijo FIN al sistema neoliberal.
Antes del acuerdo entre la casta política el 15 de noviembre, ya la movilización estaba exigiendo un cambio constitucional. La sociedad entera entendió que ya no necesitaba más reformas a lo ya establecido, que había que cambiar una estructura entera para terminar con los abusos. Dicho acuerdo vino a institucionalizar, con muchas condicionantes que no nos gustan pero que tampoco nos hizo restarnos, esa demanda por borrar la ilegítima constitución hecha por 7 “expertos”, hombres, aprobado en un plebiscito fraudulento, en plena dictadura. Lo anterior queda demostrado con el casi 80% de votante que marcaron APRUEBO, el 25 de octubre del año pasado, postergada desde abril debido a la pandemia en esos momentos tenía un poco más de 200 contagios a nivel nacional. Más aún, casi el mismo porcentaje voto por una Convención Constitucional en la que se ratificó, con el pasar de las semanas, que debía ser paritaria, con escaños reservados a pueblos originarios y con participación de independientes, lo que se denominó 3 mínimos. Así, el 11 de abril estaba fijada la fecha para elegir a las y los constituyentes (junto a otros cargos políticos).
Hoy, con más de 7 mil contagios diarios en promedio, y a pesar de que el gobierno había dado sus débiles garantías dando un día más de votación para, según ellos, descomprimir las aglomeraciones, se ha propuesto la postergación de este proceso eleccionario para mayo. El gobierno tuvo que dar una “noble” señal de preocupación por la salud de la gente al aplazarlas un mes, sin ninguna garantía y seguridad de que en mayo los contagios bajen y menos aún de que la pandemia se esté controlada. Es cosa de escuchar la Colmed que señalo que para esa fecha se espera más de 8 mil contagios diarios.
Sumado a lo anterior, las pésimas políticas públicas para enfrentar esta pandemia y el errático manejo de la comunicación de riesgos para enfrentar esta problemática sanitaria, en la cual se centra en culpabilizar a la población por su poca responsabilidad y acciones de cuidado personal.
En este tiempo ha quedado evidenciado que esto no es efectivo ya que las y los ciudadanos han demostrado en su mayoría ser responsables en su autocuidado. Las erráticas señales de las autoridades al mantener los permisos de vacaciones, las fronteras abiertas, apertura de escuelas y colegios, ampliando el listado de servicios esenciales, aglomeraciones en los servicios de locomoción pública, poca fiscalización a las empresas dejando a su suerte a quienes no tienen la posibilidad de quedarse en sus casas, ha hecho que la pandemia esté descontrolada. Este es el escenario que debemos enfrentar a días de las elecciones de abril, debiendo buscar estrategias que no pongan en riesgo la vida de todas y todos, y sin dañar nuestra democracia.
Debemos hacer la reflexión que este proceso ha sido profundamente desigual, en el tiempo de propagada electoral, sobre todo cuando las candidaturas son independientes. Esto se ha podido evidenciar tanto en la franja electoral, como en los recursos económicos con los que cuenta un candidato o candidata independiente en comparación con su par perteneciente a un partido político. Las cifras son abismantes y tremendamente desiguales.
Después del apruebo se ganó la tan ansiada paridad donde esta nueva constitución sería la única en el mundo con esta modalidad. Entonces las mujeres tenemos ese espacio garantizado. Nos involucramos con mucho entusiasmo por la importancia del proceso histórico, pero debemos estar consciente de la realidad que vivimos las mujeres en Chile y el mundo.
Lo desigual que puede llegar a ser para las mujeres la participación en política, se evidencia porque ésta requiere de tiempo, dinero y redes de apoyo para poder desempeñarse de manera óptima. Sabemos que a las mujeres se nos ha asociado históricamente las labores de cuidado, no tan solo de los hijos e hijas, sino que también de algún familiar cercano. Sumando a ello la precarización de la vida, bajos sueldos, trabajo reproductivo y doméstico, desigualdades de género, trabajo de cuidado, entre otros factores que hacen que las oportunidades para las mujeres se vean disminuidas. Estos factores son problemáticas que viven las mujeres día a día y se hacen urgentes de cambio en nuestra sociedad.
El aplazar las elecciones genera un estrés adicional a las mujeres que enfrentan estos procesos de eleccionarios por lo anterior mencionado. El posponer las elecciones por la poca acción del gobierno en la contención de la pandemia sería extremar el agotamiento y profundizar aún más el desgaste de las y los candidatos, pero sobre todo de las mujeres. Considerando lo anterior, si se decide aplazar las elecciones debemos escuchar a las y los expertos de la salud, que la fecha que se proponga sea realmente segura para no poner en riesgo la vida de la población de nuestro país.
Dejar los aires de exitismo, comunicar lo que es debido y darle a la gente la tranquilidad económica para que realmente puedan quedarse en sus casas y realizar una cuarentena real y efectiva. No podemos olvidar que, para llegar hasta acá, quedaron muchas y muchos compatriotas en el camino, luchando y revelándose en contra de un sistema que solo nos oprimía, algunos perdieron sus ojos y otros sus vidas, por el hecho de querer vivir una vida digna con igualdad de derechos y oportunidades.
Este cambio de fecha de las elecciones, sumado a una serie de malas decisiones de las autoridades nos debe dejar como precedente que tenemos la obligación exigirles a los personeros de gobierno mínimo de sentido común, consistencia en sus programas y en la implementación de sus políticas públicas. Porque las personas no son números que se puedan medir en estadísticas. En cada una de ellas y ellos hay un rostro, un ser que merece respeto, valoración.
Aun así, estamos dispuestas a no bajar los brazos y seguir en esta carrera política que tiene como uno de sus ejes principales estar al servicio de la comunidad de ser las portavoces y defender las justas demandas de todas aquellas que siempre han estado postergadas, con todas las dificultades que esto significa, porque tenemos la firme convicción de poder dejarles a las futuras generaciones una sociedad más justa, equitativa, que respete los derechos de todas y todos por igual.
Para que cuando todo esto pase, cuando se pueda mirar hacia atrás y reconocer que la lucha de los pueblos nunca va a ser en vano, que las mujeres que nos sucedan se puedan reconocer en cada una de sus antepasadas que lucharon incansablemente contra toda opresión por la libertad de sus vidas, de sus cuerpas, de su dignidad, para ser sujetas plenas, con derechos, libres y sin miedo.