En los últimos días ha sido tema en los medios de comunicación los incendios vegetacionales que se han producido en diversas partes del mundo y. por cierto. en nuestro país también. Sin ir mas lejos, esta misma semana en la comuna de Til Til, en la Región Metropolitana, un siniestro consumió unas 13 edificaciones y, por su puesto, mucha vegetación. El tema fue importante mientras la noticia estuvo en los medios y, probablemente en una semana más, ya nadie se acordará, salvo -por supuesto- los afectados y el entorno inmediato del lugar de la tragedia.
Pareciera que la gente, la sociedad y las comunidades, siguen viendo el tema de los incendios rurales como un problema de otro, de los árboles, de las instituciones o empresas, pero no como un problema propio y, por ende, como parte del problema o la solución, según sea la actitud de cada miembro de la sociedad.
En este asunto hay que ser categórico: el problema es de todos y en la solución, por supuesto, también está toda la sociedad considerada. Lo hemos planteado en diversas instancias, sobre todo, las públicas: “El problema de los incendios rurales es tan grande y complejo que nadie puede solo. El Estado no puede solo, las instancias privadas no pueden solas y la comunidad, tampoco puede sola”. Entonces, la única forma de enfrentar este asunto es entendiendo que el problema es de todos y, por ende, la solución es entran todos.
¿Por qué el problema es de todos? Porque cuando se quema la vegetación, se quema una de las principales fábricas de oxígeno del planeta y uno de los principales mecanismos de absorción de dióxido de carbono, principal causante del calentamiento global. Es decir, es la vida de la humanidad la que está comprometida cuando hay incendios rurales. Claramente somos beneficiados o afectados, como seres vivientes.
Nuestro rol es claro, porque más que muchos aviones, helicópteros o camiones, lo que necesitamos es bastante más simple: “no tener incendios” o mejor dicho no causar incendios. ¿Mas campañas preventivas? Sí, por supuesto, pero en ello “todos” somos prevencionistas, nadie queda afuera. No tener incendios debe ser parte de nuestro discurso diario, en la familia, con los amigos, en el trabajo y en las instituciones en las que participamos, entre otros. La consigna es una sola: “VIVAMOS SIN INCENDIOS RURALES”.