A escasos días de abandonar el cargo, Álvaro Rojas , rector de la Universidad de Talca, dio su última entrevista a Diario Talca, donde explicó los motivos para no repostular y repasó una gestión que dejará huella en la educación superior en el Maule (por Hernán Espinoza / Fotografía Luis Casanova)
Muchos se pregunta porqué decidió no repostular a la rectoría de la Universidad de Talca. ¿Qué les responde?
“Se cumplió un ciclo. Todas las personas que cumplen un ciclo deben estar conscientes de que hay que saber retirarse a tiempo. Creo que me correspondió ser un aporte a la ciudad y también a la universidad”.
¿Cuál es su historia personal con Talca?
“Yo llegué hace 40 años a Talca y he visto su desarrollo. Era una maravillosa ciudad donde estaba todo por hacerse. No estoy diciendo que era poco, sino como muchas ciudades de regiones, donde había todo por hacer en muchos frentes, como urbanismo, salud, construcción y, por supuesto, en educación superior”.
¿Qué había en ese momento?
“Había una universidad casi recién creada, derivada de las sedes de las universidades de Chile y Técnica del Estado. No era un área de promoción y desarrollo importante. Solo había formación profesional con ciertos límites”.
¿Cuáles fueron sus primeros pasos?
“Tuve la oportunidad de dirigir la universidad da partir del año 1991 y creo que, junto a un maravilloso equipo de colaboradores y la junta directiva, con el Ministerio de Educación, logramos levantar una universidad al mejor nivel posible, bajo el predicamento que había que atraer buenos académicos y fundar todo el proyecto en la excelencia. Éramos muy frágiles para no ser buenos. Una institución que es chica tiene que ser buena y de calidad, pero eso no es fácil de implementar. Exigir calidad a veces es complejo, porque no siempre se entiende bien”.
¿Y avanzar con una universidad pública en esos años fue muy difícil?
“Siempre dijimos que ésta es una universidad pública, del Estado y que tiene un rol en la sociedad, ofreciendo oportunidades a la gente joven y a sus familias. Las universidades son plataformas de oportunidades. Algunos se equivocan y piensan que son para los que están adentro, pero son para los que están afuera, esperando. Hubo cientos de talquinos que lucharon por décadas para tener una sede universitaria en Talca y que finalmente lo lograron”.
¿Qué se buscó con tener una universidad estatal en Talca?
“Lo que queríamos era que la gente joven no se fuera. Porque la gente migraba a estudiar en otras partes y no vuelven, por lo cual, nos dejan sin construir futuro. Y esa es el gran llamado de una universidad, en cuanto a que generan profesiones que sus alumnos son capaces de desarrollar en el territorio. En esta universidad se han graduado más de 20 mil profesionales y todos están en una posición mayor en la región del Maule, ejerciendo en todas partes. Ellos son constructores del futuro. Entonces, la ciudad y la región creció y la universidad junto con ellas”.
¿Cómo fue el crecimiento de la Universidad de Talca?
“Esta universidad es muy innovadora, en todo lo que es calidad y currículum formativo, con nuestro modelo educativo y el aspecto cultural, porque la promoción de la cultura es tan importante como promover el aspecto profesional. Muy temprano comenzamos con el conservatorio, con los coros y exposiciones, sobre todo, dándole dignidad, con una escuela de música, una orquesta infantil y juvenil, que es una de las mejores del país. Se sumó una pinacoteca, un centro de documentación y un parque de las esculturas. Esto es, somos promotores de la cultura en regiones y ello es parte de una gran innovación donde había que tomar decisiones. Esto porque una universidad que no tiene su área humanista desarrollada es finalmente un tecnológico. No despreciando, porque también pueden existir, pero no se puede construir una universidad a fuerza del razonamiento. Además, la oferta de la universidad fue siempre muy integral, con cine, teatro, conciertos y los mejores pianistas. En eso sí que no tenemos competencia en Chile, salvo otras universidades que crecieron en un ambiente cultural más rico, como es Concepción y Valparaíso”.
¿Qué viene después?
“Me retiro y vuelvo a ser académico, como cuando llegué, pensando en que he cumplido una etapa. Además, hay que renovar las caras en la universidad. Hay nuevos tiempos que son distintos y creo que refrescar la gestión de la universidad es algo que le va a hacer bien a la institución que, además, tiene bases sólidas, está bien acreditada y tiene una sanidad económica y financiera importante, lo cual no es menor. Dejamos la universidad en un buen nivel en ambo aspectos, académico y financiero, sumado a un gran prestigio nacional e internacional. Las personas que nos van a suceder creen en el proyecto y han demostrado su valía”.
¿Qué observó del debate entre los cuatro candidatos a rector?
“Vuelvo a subrayar que la universidad no existe para una burocracia interna. La universidad existe para satisfacer demandas de servicios de formación profesional de excelencia. Había poco de eso en la campaña. Se llegó a pensar que era un tema de cómo se elige al rector. Pero es un tema irrelevante para nuestra comunidad maulina y nacional. Lo que a ellos les interesa es que la universidad sea buena y de calidad, que trate de resolver los temas del desarrollo y que traiga nuevas ideas, con académicos que aporten. De eso hubo poco. Tampoco estuvo presente el bienestar de los estudiantes como un tema relevante, sino que se habló del bienestar de los académicos”.
¿Qué responde a los que dicen que faltó más participación en la forma de dirigir la universidad?
“Yo soy un funcionario público y me adapto a las normas que existen. Y las normas que existieron se aplicaron hasta la publicación de la ley 21.094 sobre universidades estatales que data de apenas un año y medio atrás. Y lo que ha existido es lo que la ley ha permitido hacer. Yo no puedo hacer nada que la ley no permita. Los decanos se eligen en sus comunidades y ahí están los verdaderos representantes de la universidad. Ahora bien, sin duda que vienen tiempos de mayor participación, porque la sociedad chilena así lo está discutiendo. Se van a abrir más espacios de transparencia y está bien que así sea. Pero, desde el punto de vista administrativo y legal, yo tenía los estatutos y normas que venían desde hace mucho tiempo. No obstante, los decanos son elegidos, el consejo académico no solamente asesoraba al rector, sino que tomaba decisiones que se respetaban, al igual que la junta directiva. Es decir, normalizamos la universidad de la mejor forma posible”.
¿Falta un movimiento estudiantil más potente y fuerte en esta universidad?
“Las universidades tienen bastante en común. Hubo un momento de mucha participación, más orgánica, lo que tuvimos. Los estudiantes reivindicaron el acceso a la universidad y el gobierno fue sensible a mayores créditos y becas, hasta la gratuidad. Después se atomiza el movimiento estudiantil, con una pérdida de asociación con los partidos políticos que, paulatinamente, dejan de funcionar con sus componentes juveniles y universitarios. Así las federaciones comenzaron a ser elegidas con muy pocos votos, con muy pocos estudiantes motivados. Pero, no obstante, tengo que reconocer que nuestro movimiento estudiantil fue muy leal con la universidad y que consiguió muchas cosas, ya sea producto de demandas nacionales o locales. Hoy no hay ninguna universidad en Chile donde un estudiante tenga un computador entregado por su Casa de Estudios. Así lo hicimos y entendemos que era un medio de estudio. Compramos más de dos mil computadores al año para esos efectos. Eso ha sido producto de demandas que hicieron los estudiantes, como una sala cuna y servicios de salud. Los jóvenes fueron importantes y lo siguen siendo, aunque no estén estrictamente organizados”.
Usted estuvo fuera de la universidad para ejercer otros cargos y después regresó a disputar la rectoría. ¿Cuál fue la motivación?
“Yo estuve cuatro años fuera de la universidad, primero en el ministerio de Agricultura y, luego, en la embajada en Alemania. Yo pedí permiso para irme a servir a mi país. Es decir, volví a lo que me pertenecía. Pero surgió un movimiento de profesores y profesoras para que me presentar a la rectoría. Tuve muchas dudas, porque tenía otras expectativas. Pero dejé que eso lo decidieran mis colegas y gané estrechamente al voto nulo y la abstención. En ese momento, pude haber tomado otro rumbo, pero me sentí llamado a concluir el proceso de democratizar la universidad. Creo que en estos 12 años hemos avanzado muchísimo”.
¿Cómo fue la reconstrucción tras el terremoto?
“Fue un momento muy relevante, porque esta universidad tuvo daños por más de diez millones de dólares y se reconstruyó en dos años al mejor nivel posible. También hubo un plan de austeridad interno, pero conseguimos muchos recursos externos”.
Dijo usted que hoy existe un ambiente distinto en el país para la educación pública y las universidades estatales. ¿Eso es una expectativa o ya lo ha constatado?
“Lo he visto. Hemos tenido reuniones con las nuevas autoridades de educación y existe voluntad política. Y esto es un tema en desarrollo, porque hay mucha discusión. Algunos hablan de un nuevo trato, pero yo creo que existe una deuda histórica. El Estado nos creó, pero no nos dio el apoyo que requeríamos. Y algunas se desarrollaron mejor y más temprano que otras. Yo centraría la discusión en que nos den lo que corresponde, y en lo que corresponde se hay gente que opina que hay que darle lo mismo a quienes son privados o públicos. Hay gente que creo que el Estado debe darles a todos por igual. Pero nosotros decimos que nos den lo que corresponde, porque el Estado debe reconocer que, en cuanto al desarrollo regional, somos el órgano con la inteligencia más concentrada para buscar alternativa para tener una mejor vinculación con los territorios, además de implementar políticas públicas que al Estado le interesen en áreas como salud y educación, entre otras. Y eso no es un subsidio al estudiante, sino que es un tema de fondo. Las universidades privadas podrán opinar, pero la policía de fomentar el desarrollo de estas instituciones en forma indiferenciada es algo que no le hace bien al país. Ahora, las universidades públicas somos el 30% de la matrícula, porque nadie puede satisfacer toda la demanda. Nosotros no tenemos objeciones de consciencia, somos oficialistas y nuestras decisiones son colegiadas”.