Digamos que es una pena, una enorme pena. Pero ese miércoles 25 de noviembre de 2020 Marion Solar se veía bien, sonreía para la foto, explicaba su delicada situación de salud con una entereza envidiable. A veces se le humedecían los ojos, pero rápido volvía al relato de una historia donde la burocracia intenta justificar lo injustificable.
Su caso se publicó en la edición número 6 de Diario Talca, el domingo 29 de noviembre. Nos contó que su recurso de protección, que buscaba que el sistema de Salud le entregara el medicamento que podía alargar su vida, estaba entrampado en tribunales. Era un cáncer de colon grado cuatro con metástasis. Complicadísimo. Pero su médico le mencionó la opción del Cetuximab, un medicamento que podía prolongar su vida. Y desde ese momento ella, una luchadora innata, y su familia asumieron el desafío de adquirirlo. Cuatro millones de pesos mensuales que una comisión evaluadora le negó. Entonces un recurso de protección. Entonces la Corte de Apelaciones de Talca lo rechaza. Entonces la Corte Suprema.
Entonces una demora de ocho meses. Mientras tanto, Marion haciendo bingos, rifas, recibiendo el amor de amigos, familiares y desconocidos solidarios. Juntan el dinero y logran adquirir el Cetuximab. Hasta que la Suprema acoge el recurso recién a mediados de este año. Así funciona el sistema judicial. Su lógica es distinta al sentido común. Pero ni siquiera es su culpa. La responsabilidad es de un país incapaz de administrar un sistema de Salud eficiente, solidario, humano. Uno donde la vida no dependa de más o menos millones, de pertenecer a Isapre o Fonasa, de un recurso de protección más o menos, de rifas, bingos o colectas.
El 6 de junio de este año la abogada de Marion, Úrsula Mancini, comentaba en Diario Talca la decisión de la Corte Suprema. “Nunca había tenido una acción invocando garantías tan sensibles en que una tramitación durara ocho meses, pero el máximo tribunal pudo revertir la situación y en muy poco tiempo se dictó la sentencia donde una vez más se aplica el criterio que se antepone la vida por sobre las políticas públicas y las razones de índole económica”. Y si es tan obvio ese criterio asumido por el máximo tribunal, ¿por qué las cortes de apelaciones siguen rechazando los recursos de protección? ¿Por qué alargar los trámites en situaciones donde uno o dos meses, o tal vez menos, pueden marcar la diferencia entre vivir o morir? Por unos meses Marion recibió el medicamento de parte del sistema de Salud. Lamentablemente, no fue suficiente.
Esta semana Marion falleció después de luchar como la mejor de las heroínas. Como tantos otros pacientes que han luchado y que siguen luchando en los tribunales por recibir el tratamiento que resguarde sus vidas. Porque vivir es un derecho… ¿o no? Señores constituyentes, ¿la salud es un derecho? O la pequeña Florencia, de cuatro años, que sufre una enfermedad degenerativa, ¿no tiene derecho a una terapia que podría reducir su avance, mejorando su calidad de vida, pero que tiene un costo de 500 millones de pesos? Al igual que en el caso de Marion, los padres de Florencia interpusieron un recurso de protección.
Olga Flores, su madre, en la misma edición del 6 de junio, comentaba: “Ella quiere vivir, yo la quiero a mi lado, la queremos a nuestro lado, ella es nuestra vida… ahora mi pega es mantener a la Flo, que no se decaiga hasta que llegue el medicamento”. ¿Cuánto más debe esperar Florencia? ¿Cuánto deben esperar todos quienes están enfermos y requieren un medicamento o un tratamiento que no pueden pagar? ¿Lo mismo que esperó Marion? Marion quería ver a su hijo titularse de kinesiólogo. “Cuando empecé con esto nunca pensé que lo iba a ver salir de octavo. Mi meta después fue verlo salir de cuarto medio, y ahora mi meta es llegar a verlo titularse. Va recién en segundo año de kinesiología, le quedan hartos años. Tengo que mentalizarme y darme la fuerza, independiente de los diagnósticos que me diga el doctor, y hacer todo lo que esté a mi alcance para llegar a verlo”, decía el año pasado.
“Si me muero, que me quede la tranquilidad de haber hecho todo lo que estaba en mis manos”, pensaba Marion Solar. Hizo todo lo que estaba en sus manos. ¿Y el resto?