Pucha que anduvimos mal en tolerancia con lo sucedido en Iquique. Por supuesto mucha manifestación ha habido en las redes sociales (historias de Instagram) respecto a este acto de intolerancia y discriminación sucedido el sábado 25 de septiembre allá en el norte.
No puedo no manifestarme ante tales actos de no aceptación del otro ser humano, del otro sujeto, del otro en definitiva. Aunque este grupo de personas quizás puedan decir lo mismo, pues integraban la marcha “No + migrantes” que concatenó en la quema y destrozo de las viviendas de las personas extranjeras. Pero es que cómo autorizan una marcha como esa también.
Imagino que el fulgor y excitación que destapa el tumulto, cultivado de las causas que fundamentan la participación en una marcha como esa, podrían justificar en alguna medida, los actos cometidos por los agresores. Pero independiente a este suceso, ya es necesario actuar como Estado formador, pensando en el porvenir, y ajustar medidas necesarias para la convivencia humana, es decir, que existan medidas inclusivas para poder llevar los fenómenos sociales de la mejor manera. Aceptando la naturaleza social, y no interviniéndola según la posición del pensamiento institucional de turno, así podremos ser previsorios.
En dicha marcha hubo pancartas que decían “Chile es una república que se respeta”, curiosa frase. Como si la frase les hablara; pero el asunto es que claramente lo que han hecho es una falta más que de respeto, de hecho allá deberá determinarlo la justicia. Refleja una carencia a la capacidad de reconocimiento del otro.
Un ejercicio muy bueno para el valor de la tolerancia es el reconocimiento. Reconocer al otro, otorgarle al otro un derecho, un honor, un respeto que se merece, brindarle al otro una mirada, una observación. Porque para ser pluralistas es bueno comprender que somos seres sociales además de naturales, por lo tanto, nos construimos a nosotros mismos en la relación con el otro. Nuestra identidad personal la construimos a diario según la relación que tenemos con las otras personas que no somos nosotros. Nos necesitamos unos con otros, querámoslo o no. Quien lo niegue podría cometer el error de negarse a sí mismo.
Algo bloqueamos cuando pensamos que podemos hacer las cosas solos. Que podemos servirnos por nosotros mismos. Que podemos sobrellevar la vida sin necesidad de los demás. Algo se obstruye cuando no apreciamos la posibilidad del intercambio.
El reconocimiento del otro podría pensarse que es un valor, o una habilidad que se desarrolla, pero si lo llevamos a ámbitos sociales, por tanto políticos, debemos comprenderlo como algo más que eso, como una responsabilidad estatal. Es una responsabilidad social y un derecho incluso, si queremos ser pluralistas, tenemos pues el deber de incorporar en nuestro sistema a las minorías. Institucionalizar las minorías, para que podamos convivir con ellas desde la tolerancia y la comunicación. Claramente en Iquique no fue el caso, pues una semana antes de la marcha la institución estatal desaloja una plaza donde vivían los inmigrantes, lo que expresa una forma ruda y radical de relacionarse con el otro desde lo social y desde lo institucional.
Sin duda el “iquicazo” nos dejó una reflexión, como todas las cosas que pasan, al menos una reflexión que puede contribuir al diálogo, al diálogo que es la actividad que subyace en el reconocimiento, por tanto reconocerse significa también escucharse, pues no hay diálogo donde solo hay un micrófono.