La ciudad está devastada, entre las ruinas de un viejo edificio que fue bombardeado la cámara graba un plano general, en el que se puede apreciar a un cyborg que avanza lentamente. Sus brazos fueron reemplazados por prótesis mecánicas que funcionan como armas, la mitad de su cabeza es electrónica y la otra aún conserva algo de humanidad.
La cámara se mueve en un travelling junto al sujeto, que fue modificado genéticamente para ser más fuerte y carecer de sentimientos. En esta búsqueda, encuentra una vieja caja de madera entre los escombros. Con sus tenazas quiebra el candado que la mantiene hermética a pesar de su aspecto antiguo. Tras el crujido de las bisagras secas, el pequeño baúl se abrió y de él salió un polvillo gris, mohoso. Plano detalle al interior: algunos casetes, un personal estéreo, un diario amarillento y un mensaje escrito a mano. Pese a no tener emociones, algo de humanidad movió al hombre robotizado y con una extraña curiosidad tomó la reseca nota:
“Estoy escribiendo esta carta en el año 2041 para que el que la encuentre pueda digitalizar estos casetes de la banda punk Asociales. Ellos me encargaron traspasar esas cintas al formato digital en el año 2020, cuando estaba comenzando la pandemia, que en esa época le decíamos Covid-19 –o cariñosamente, ‘el covid’– y ahora se llama SARS-CoV-F55. Chile nuevamente está en dictadura; después del terremoto de febrero de 2022, el jefe de Estado de la época se negó a dejar el poder y apoyado por un ex presidente de Estados Unidos logró doblegar a los sobrevivientes del sismo e imponer su régimen.
Los que quedaron mal heridos fueron utilizados en la experimentación genética e intervención electrónica en sus cuerpos para luego pasar a formar parte del Escuadrón de Cyborgs que hasta el día de hoy imponen las leyes. Por todo lo anterior mencionado nunca pude digitalizar las cintas y perdí por completo el contacto con los integrantes de la banda. Posiblemente murieron o ahora son unos cyborgs. Si ya has leído estas palabras podrás ver que en la caja están los objetos que mencioné. Por favor lee el artículo del diario y luego escucha el casete Demo 93-94”.
Primer plano al rostro del cyborg. Un gesto lo hace ver más humano que robotizado, porque se nota descompuesto. Apaga la cámara que lleva en su casco, con sus tenazas toma las hojas de diario y lee:
Asociales es una banda de música que cultiva el rock en clave punk y después adopta un sonido más alternativo incorporando vientos y percusiones. Su existencia comienza en los inicios de los años 90 en la ciudad de Talca con el guitarrista Alex Zambrano, quien junto a amigos, compañeros de liceo, crea primero el grupo Conflicto, luego Los Plebeyos y finalmente Asociales, en abril de 1992.
En sus comienzos tocan en algunas actividades escolares, con ciertas rotaciones en su formación, para luego quedar conformados definitivamente por Jaime González (batería), Eduardo Ávila (voz y bajo) y el antes mencionado Alex Zambrano (guitarra y voz). Estos muchachos, todos estudiantes del Liceo A-8, ahora conocido como Abate Molina, comienzan a causar furor entre los jóvenes al tocar una música rápida, ruidosa y con unas letras contestatarias y existenciales.
Al comienzo, como la gran mayoría de las bandas, interpretan algunos covers para luego pasar a crear temas propios, encasillados dentro del estilo punk. En septiembre de 1992 viajan a ver a The Ramones en Santiago, lo cual los motiva para seguir tocando y creando canciones. Esos primeros años tocan en todos los lugares que los invitan: poblaciones, liceos, bares, gimnasios, fiestas y logran posicionar un hit titulado ‘Me apesta la vida (Hey, hey)’. Un hito importante es la amistad de la banda con el grupo punk santiaguino Los Miserables, uno de los más importantes de la escena nacional.
En 1992, Asociales toca en la plaza de Renca junto a Fiskales Ad- Hok (otra de las bandas más importantes del punk chilensis), Calefón y Los Miserables, época en la que el punk nacional era bastante joven.
Los Miserables tuvieron la seria intención de grabarlos, según informó el desaparecido y popular diario La Cuarta, en junio de 1994: “Asimismo, contaron que en agosto grabarán a Los Reprimidos, en septiembre Los Machuca y en octubre Los Asociales”, cosa que nunca ocurrió. De igual forma, comienzan a editar sus propias grabaciones, dando como resultado el caset “Bototos Rotos” de 1993, que contenía algunos covers de Ocho Bolas, Los Prisioneros, Narcosis, The Ramones y Los Miserables, entre otros, además de dos temas propios “Mi carita en la TV” y “Me apesta la vida (Hey, hey)”. Luego vendría “Demo 93-94” (1994) con siete canciones, cinco de ellas propias, como: “Persecución”, “A-Militar” y “De mi conciencia”. Más adelante editaron “Venganza” (1995), que contenía algunos temas como “Porkería”, “En mi pocilga”, “Venganza” y “Pensaste algún día”. Posteriormente, publican “Demo 97” (1997), todos grabados en Talca.
La segunda etapa de la agrupación comienza en 1997 aproximadamente, cuando Jaime deja la batería y la ciudad. Entonces Alex junto a Eduardo deciden darle un giro al sonido para enriquecerlo, razón por la cual agregan trompeta, saxo, trombón, además de percusiones, siendo quizás la primera banda en Talca en agregar los vientos.
Finalmente, el grupo quedaría conformado por siete integrantes, además de los ya mencionados, Keko (trombón y voz), Cristian (trompeta), Yego (batería), Julio (percusión) y Cacho (saxo). Recuerdo haberlos visto por primera vez en septiembre de 1997 en el bar Fin Ombligo Jazz, tocando junto a La Floripondio, en su primera presentación en Talca… sonando ska-core, demoliendo las paredes del claustrofóbico local. Asociales, de alguna forma también fue una especie de escuela para esos músicos que con el tiempo formarían otras bandas.
Recorrieron diversos escenarios entre los que podríamos mencionar el Gimnasio Yarza, Schopería “El Vaquero” del recinto Fital, Pub Fin Ombligo Jazz, Liceo Santa Marta, Rapsodia Pub, Universidad Católica del Maule, Cárcel de Talca, Fogón del Maule, Feria Fital (teloneando a Javiera Parra), Liceo Abate Molina, Plaza de Armas, Gimnasio Regional y Bar Revolver, en Talca. También actuaron en el Teatro de San Clemente; Gimnasio Carlos Condell, en Curicó, y Pub Bellavista, de Constitución, entre otros.
Cabe destacar que a mediados de los años noventa aparecen en todos los diarios locales e incluso, en la revista de circulación nacional Rock and Pop. En 1995, la Radio Alejandra, de Talca, les otorga el “Premio a la Trayectoria”, siendo considerado en ese momento el grupo de rock activo más antiguo de la ciudad, además de apariciones en la televisión local, en el canal de la Universidad de Talca y en el programa “Claro Oscuro” de TVN.
Después de cerca de diez años tocando juntos, aproximadamente en 2001, Asociales decide realizar una extensa pausa, siendo responsables de un buen legado para los jóvenes que crecieron con su música y muchos de los cuales crearon su propias bandas.
Entre 1992 y 2000 compartieron escenario con muchas agrupaciones locales como Bala Perdida, La Pocilga, Resistencia, Los Rebeldes, Burlense, ADN, Charros Jackson, La Polimir (primera banda conformada casi en su totalidad por mujeres), Smegma, Verganza, Arañas Negras, Chilegal, Arkham, Zima, Akbal, Mayéutica, Aseranseturix Noise, Caldo e Caeza, Acaosis, NN, Katapulpo, Callecoto, PM, Los Jotes, entre otros. En el ámbito nacional tocaron en Talca con grupos como La Floripondio, Rojo Vivo, Sandino Rockers, BBS Paranoicos, Santo Barrio, Chancho en Piedra, Los Bandoleros y Sol y Lluvia, por mencionar solo algunos.
Aún son populares dentro de la generación de los noventa, por lo general cuarentones de hoy en día. En noviembre de 2017 volvieron a tocar en formato trío, Jaime, Alex y Eduardo, quienes habían planificado grabar un disco en 2020 y volver a tocar en la ciudad, pero la pandemia se interpuso y todo quedó suspendido. En un documental escuché que el rock no moriría mientras hubiera políticos corruptos en el poder, porque el rock canta contra ellos, los fastidia. Los Asociales hicieron lo suyo contra la dictadura y la falsa democracia. Por lo mismo el punk y el rock aún siguen vivos.
Plano medio, el cyborg termina de leer las hojas del diario y una inesperada sensación, que jamás había experimentado, recorre sus partes humanas. Con la cautela que se tiene al contravenir una orden superior, toma el personal estéreo y con sus tenazas escoge uno de los casetes.
Inserta los audífonos en sus propios dispositivos de audio, una especie de orejas robóticas y PLAY. Mientras oye el largo silencio de la cinta blanca del principio del TDK observa la calle Dos Sur, desde las ruinas de un tercer piso. Ya es de noche en Talca y la brisa leve no alcanza a enfriar el aire. Inesperadamente empieza a mover sus pies robotizados (plano detalle).
En un primer plano de lo que queda de su rostro se notan los rasgos que mezclan genes de chileno sureño y haitiano, que se van transformando en una mueca de lo que antes pudo haber sido una sonrisa. Pronto comienza a saltar y a moverse frenéticamente, la cámara comienza a retroceder, alejándose del cyborg. De esos movimientos silenciosos surge un grito gutural que poco a poco se convierte en voz. Es el sujeto que comienza a cantar muy fuerte, emocionado mientras baila. La cámara sigue alejándose hasta llegar a un plano general, que enmarca esa danza más parecida a un ritual, que mueve su cuerpo de lata en una calurosa noche de verano.