A Johan y a Cecilia no les gusta recordar su infancia porque no pueden evitar pensar en los años que vivieron en el fundo de los alemanes.
A pesar de la traumática experiencia vivida y superando los fantasmas del pasado, regresaron hace unos meses para exigir justicia. Lo hicieron en compañía del abogado Hernán Fernández. Ambos son víctimas de las atrocidades de la secta de Paul Schäfer.
El padre falleció cuando ambos eran pequeños. Viuda, Teresa Romero, la madre, debió asumir la crianza de los cinco hijos: Cristian, Danilo, Johan, Cecilia y Mario. La familia vivía en el sector San Fernando Zemita en la región de Ñuble, a pocos kilómetros de Colonia Dignidad.
Cecilia recuerda que su madre “trabajaba duro en el campo igual que un hombre, había que sobrevivir”. Y que los fines de semana ella tenía que hacerse cargo de la casa y de sus hermanos menores. A veces la mamá los llevaba a todos al trabajo. Ella y los más chicos se quedaban debajo de un árbol “mientras los demás trabajaban a todo sol”. Se “sacaba la mugre para darnos lo que necesitábamos”, subraya.
Entonces aparecieron los alemanes para invitar a los niños a la Colonia los fines de semana. No había que pensarlo mucho ¡Era una maravilla! ¡Una oportunidad caída del cielo! Ni siquiera debían llevar ropa. Así los progenitores podían trabajar tranquilos. “Sólo llevábamos los cuadernos porque el lunes íbamos a volver con las tareas hechas”, rememora Cecilia. Era la primera vez que salían de su entorno. Lo pasaban bien, los colonos organizaban excursiones y volvían a casa con dulces y chocolates, algo que usualmente no tenían. “Yo no puedo decir que al principio fue malo, porque todos nos dejamos engañar por algo que parecía tan lindo”, sostiene.
Eran los años 90 y Paul Schäfer, el “Tío Permanente”, reinaba sin contrapeso rodeado de una guardia pretoriana dispuesta a dar la vida por él. A pesar que el gobierno del presidente Aylwin había logrado quitarle la personalidad jurídica como institución de beneficencia, Schäfer y sus más cercanos habían traspasado todos los bienes a un conjunto de empresas. En ellas los hijos de los jerarcas poseen la mayoría de las acciones.
El sistema instaurado al interior del fundo incluía brutales palizas, psicofármacos, electro shock, manipulación religiosa, aislamiento. Afuera los campesinos del sector agradecían las prestaciones del hospital, financiadas completamente por el Ministerio de Salud desde los años 70, como hemos comprobado en crónicas anteriores.
Lamentablemente la sacrificada madre de Cecilia y Johan se enfermó y sin un diagnóstico claro pasó por varios hospitales en San Carlos, Chillán, Parral, Talca. Y finalmente el hospital de la Colonia, donde llegó con sus hijos, seguramente pensando que gozarían de la hospitalidad de los alemanes y pronto todos podrían regresar a San Fernando Zemita. Fue operada. Ni Cecilia, ni Johan saben qué tipo de cirugía le practicaron. Lo cierto es que la mamá permaneció mucho tiempo hospitalizada y su estado fue desmejorando.
Durante todo ese período los cinco hermanos, el menor de tres y el mayor de quince años, permanecieron en el interior del enclave sometidos al sistema de explotación y abusos de la secta. La cara oculta tras las golosinas comenzó a revelarse en toda su monstruosidad. Cecilia fue completamente separada de su familia.
LA VIDA EN EL ENCLAVE
Schäfer era el jefe indiscutido y temido. Su guardia de incondicionales lo secundaba y una vasta red de políticos conservadores, que incluía a conocidos senadores y diputados, empresarios y militares, lo protegían de toda crítica.
Johan y su hermano mayor Danilo, como tantos otros niños, fueron abusados.
A Johan le cuesta hablar de su experiencia. Piensa en su familia, no quiere provocarles dolor y es cuidadoso en sus palabras. “Todo empezaba en las duchas. Había un alemán que llevaba a los niños a bañarse y ahí pasaba todo lo que uno nunca esperó, pasaba lo que no se veía”, afirma.
Las duchas grupales estaban ubicadas en un subterráneo que aún existe bajo el actual restaurant conocido como “Zippelhaus”, en el corazón de Colonia Dignidad. A pesar de los esfuerzos por borrar los rastros de los crímenes de Schäfer, aún es posible ver los restos de los servicios higiénicos donde los menores eran aseados por el pederasta y sus cómplices.
También en su casa, conocida al interior de la Colonia como “Freihaus”, Schäfer tenía una ducha privada conexa a su dormitorio. Cuando el criminal se vio obligado a huir de la justicia, fue destruida y actualmente no quedan rastros de su existencia. Sólo sobrevive su habitación con la ventana blindada, igual que su automóvil. Una fuente interna reveló que ese baño de Schäfer fue demolido por los propios colonos jóvenes, como una manifestación de rabia y repudio por los abusos que ahí vivieron.
Johan lamenta que, a pesar de las querellas y los escándalos mediáticos vinculados a la Colonia, ni él ni sus hermanos han recibido terapia psicológica para enfrentar el doloroso pasado. Cecilia también piensa que asumir la difícil infancia es un tema pendiente.
SOLEDAD Y TRISTEZA
Cecilia estaba absolutamente sola, separada de su madre y sus hermanos, conviviendo con niñas alemanas que no hablaban español. Tenía 8 años y lloraba mucho. Cuando era castigada la encerraban en el último piso del actual hotel junto a otros niños. A veces llegaba también castigado un vecino del campo. Y aunque no podían hablar, ver un rostro conocido la consolaba. Varias veces vio llegar a Schäfer, quien elegía a alguno de los niños. Ese pequeño vecino fue uno de los menores más dañados por el pedófilo y sus secuaces. Secuestrado por mucho tiempo, lo ocultaron en diferentes propiedades de la secta para impedir que su madre pudiera recuperarlo. Ya adulto falleció de un cáncer.
Cecilia no olvida el muro que separaba a los hombres de las mujeres y que a veces, en su inmensa soledad, se atrevía a traspasar para ver por un momento a sus hermanos.
En ese tiempo ella y Johan se enteraron que iban a ser entregados en adopción a una familia argentina que visitaba con frecuencia la Colonia. Afortunadamente fueron rescatados a tiempo, porque al menos doce niños chilenos fueron separados con engaños de sus familias originales y adoptados fraudulentamente. Cecilia se preguntaba ¿por qué si tenemos a nuestra madre?
En un periodo de dos años sólo tres veces la llevaron a ver a su mamá al hospital. La veía postrada, delgada, sedada. No concordaba con la imagen que guardaba de ella, una mujer fuerte, robusta, de campo. Ambos sospechan que su madre fue víctima de una tremenda negligencia médica que la llevó finalmente a la muerte. La aprensión se confirma por la inexistencia de la documentación clínica de la paciente en los recintos donde estuvo hospitalizada.
Cecilia se ha propuesto investigar a fondo el caso. Ha realizado algunas diligencias, por ahora sin resultados. Junto al abogado Hernán Fernández, que los ha acompañado a lo largo de su dramática historia, esperan avanzar hasta establecer toda la verdad de lo ocurrido.
Entre las malas experiencias de su paso por el fundo de los alemanes cuenta la obligación de ducharse delante de otras mujeres, sin respeto por su intimidad. Y la exigencia de vendarse el pecho, porque no se debía advertir su incipiente desarrollo femenino.
Pero tal vez lo más doloroso fue sentirse culpable de que capturaran a su hermano Danilo. En la época el muchacho mostraba un carácter fuerte y audaz. No estaba dispuesto a soportar eternamente los abusos de Schäfer y sus ayudantes. Una noche superando los sensores, las cercas y el poderoso torrente del río Perquilauquén logró fugarse, hazaña que muy pocos consiguieron en los 40 años que Dignidad fue un verdadero campo de esclavos. A medianoche los alemanes despertaron a Cecilia y la llevaron a San Fernando Zemita, le preguntaron dónde vivía una de sus tías. Le dijeron que querían ofrecerle ayuda. Cecilia les indicó la casa. Dice que después la dejaron en el automóvil con muchos dulces. Posteriormente no recuerda nada. Hoy sospecha que los dulces y muy probablemente los jugos y las vitaminas que frecuentemente les hacían beber contenían algún tipo de somnífero o droga.
Unos días después se enteró que a Danilo lo habían encontrado. Se había refugiado en la casa de su tía. Por supuesto fue devuelto al enclave y sometido a los brutales tratamientos que se aplicaban a los rebeldes.
“Danilo siempre dijo que había sido torturado. Y que conocía los túneles donde la gente fue torturada después del 73. Lamentablemente falleció. Él fue el primero que comenzó a investigar lo de mi mamá. Él siempre me cuidó”, señala.
LA IMPUNIDAD DE HOPP
Johan afirma que cuando su madre recuperó la conciencia insistió en volver a su casa. Finalmente fue trasladada al hospital de San Carlos y allí logró hablar con la PDI para que sacaran a sus hijos de la Colonia. Recuerda que un día los llevaron a la ciudad a visitar a su madre y en el hospital la PDI los rescató de los alemanes que no los querían dejar ir. Finalmente, los carabineros los fueron a dejar a San Fernando Zemita como a las tres de la madrugada.
El abogado Hernán Fernández que lleva casi 25 años enfrentando en los tribunales a Schäfer y a sus sucesores confirma que “la salida desde la Colonia fue con la intervención judicial, luego de rescatar también a la madre que estaba con un cáncer avanzado”. Sobre la responsabilidad del hospital dice que “Hopp fue procesado por negligencia médica y absuelto en segunda instancia, por un tema técnico legal, pues el parte de defunción y una causa de San Carlos contradecía en lo formal a otra de Parral.”
Sobre el caso el diario La Tercera (11/04/1999) informa que Hopp obtuvo la libertad provisional tras fallo dividido de la Tercera Sala de la Corte de Apelaciones de Talca, previo pago de una fianza de 100 mil pesos. Sin embargo, la misma sala decidió mantenerlo sometido a proceso por cuasi delito de homicidio. También se mantuvo el procesamiento a la Dra. Gisella Grühlke -denominada por la prensa la “Doctora Muerte”- ex directora del hospital, quien también obtuvo la libertad provisional. Sobre esa decisión el abogado Fernández declaró que “los antecedentes clara y categóricamente señalan que existió una grave negligencia médica que le acortó la vida a la señora Romero”.
Posteriormente Harmut Hopp, ex vocero de la secta y mano derecha de Schäfer fue condenado a cinco años por su complicidad en las causas de abuso y violación de menores. El 2011 escapó de la justicia chilena refugiándose en Alemania donde ha conseguido completa impunidad.
Un criminal recorre libremente las calles de Krefeld.
VOLVER DESPUES DE 25 AÑOS
Los dos hermanos volvieron a la Colonia el 2021. Después de 25 años acudieron junto a otras víctimas para acompañar a cuatro convencionales que se dieron cita para conocer en terreno el lugar donde por décadas se cometieron abusos a menores, se redujo a esclavitud a los colonos y se torturó y asesinó a una cantidad aún no determinada de chilenos y chilenas.
Con gran cobertura mediática, los abogados Roberto Celedón y Hernán Fernández, ambos defensores de víctimas del enclave, recorrieron los sectores vinculados a los crímenes de la secta. La bodega de papas y el subterráneo oculto bajo el galpón de heno, así como el ex hospital estuvieron entre los lugares visitados.
Cecilia acudió en representación de su hermano Danilo quien falleció hace unos años en un terrible accidente. Me dice “para mí fue muy complicado entrar. Se me agolparon los recuerdos, los que quiero borrar. Siento que esto me hace daño, que no lo he resuelto y les hace daño a mis hijos. Cuando entré lloré por todas las víctimas. Todos éramos de pocos recursos, muy vulnerables, ellos sabían dónde atacar”.
Johan declara “ahí perdimos la infancia, no tuvimos niñez, ninguno de los cinco hermanos. Yo no quisiera nunca volver a recordarlo”. Me cuenta que los hacían trabajar fingiendo que era un juego. Los organizaban en grupos y les hacían limpiar los potreros. El que reunía más piedras ganaba un premio. De la misma manera los hicieron construir una enorme piscina en Bulnes.
La vida de un niño se puede destruir en minutos.
La afirmación de que toda la riqueza acumulada en Colonia Dignidad es producto de la esclavitud y la explotación de colonos y chilenos durante décadas es una verdad absoluta.
Cecilia también afirma: “creo que yo no tuve niñez por lo que le hicieron a mi madre. Había una enfermera que era una bestia. Y yo vi morir a mi mamá. Cuando llegaba alguien importante nos ponían ropa limpia y teníamos que mostrar que todo era bonito. Ahí almorzábamos todos en el casino como una gran familia. Pero normalmente las mujeres teníamos que almorzar en una carpa”.
Cuando los cinco menores fueron rescatados del enclave vivieron distintas situaciones. Cecilia afirma que su madre enferma falleció unos meses después en casa de una de sus tías.
LA JUSTICIA PENDIENTE
Después de más de 20 años los menores abusados por Schäfer siguen esperando justicia. “La gente piensa que nos pagaron las indemnizaciones o que se las estamos pidiendo al Estado. No es así. Desde el 2013 hay una sentencia de la Corte Suprema que dice que las empresas que controlan Colonia Dignidad deben pagar las indemnizaciones. Pero no se cumple. Los alemanes ponen una y otra excusa. Debería haber un plazo para que ellos cumplan la sentencia”, expresa Johan.
También sostiene que el turismo no debería existir, que no se debería lucrar donde hubo tanto sufrimiento de los niños y de los detenidos/desaparecidos. Le asombra que el gobierno tenga como ministro de justicia a Hernán Larraín quien defendió públicamente a Schäfer. Me cuenta que los niños abusados le solicitaron muchas veces una audiencia y que por la pandemia finalmente tuvieron un encuentro por zoom. Le pidieron que intercediera para que se cumpliera la sentencia, pero que él había dicho que no podía hacer nada ante la justicia. Y Johan agrega que “hubo cuatro gobiernos que no hicieron nada. Y seguramente hay más víctimas que no se atreven a hablar”.
Sobre el tema del turismo Cecilia se pregunta: “¿Cuántas veces hemos disfrutado en lugares donde ocurrieron cosas terribles? Yo me pregunto ¿Si mi padre no hubiera fallecido ellos nos hubieran elegido?”.
Después de la muerte de su madre Cecilia estuvo algunos meses en el SENAME. Vio y escuchó cosas horribles relacionadas con el abuso de menores. Afortunadamente a ella no le sucedió, pero atestigua que algunas noches los niños no dormían pensando que algún funcionario los iría a buscar, como sucedió muchas veces. Tampoco confiaban en las profesionales encargadas. En esta difícil etapa dos veces intentó quitarse la vida.
Finalmente, después de una fuga, terminó viviendo con unos tíos. Ya en la enseñanza media soñaba con independizarse y comenzó a trabajar. En cuarto medio se puso a pololear con su actual esposo. Hoy siente que tiene una familia maravillosa, que incluye una hija de 17 años y un niño. Pero se ha sentido perseguida. Una vez fue embestida por un automóvil cuando transitaba con un primo por un camino rural. “Era un chileno que defiende a la Colonia”, asegura. Aún se pregunta si debe vivir con miedo.
En la actualidad espera su tercer hijo y confiesa que su gran causa es el abuso de los menores. Ha sido reconocida por su compromiso y ha impulsado agrupaciones de víctimas en las ciudades donde ha vivido.
Johan termina insistiendo en que no entiende por qué no se cumple la sentencia de la Corte Suprema y afirma que “ellos siguen vendiendo parcelas, saben que eso se va a acabar. Y nosotros seguimos esperando”.